Covadonga González-Pola

Escritora y consultora editorial. Editora. Fundadora de la Escuela de Escritura Tinta Púrpura.

Escritora, creadora de contenidos, experta en servicios editoriales, formadora en talleres de escritura y unas cuantas cosas más.

El viaje de la heroína

Apenas amanece; la luz es rosa, perezosa y morada. A mi lado, en la cama que compartimos, la pequeña se revuelve y le doy un beso.

Mientras paseo por la habitación, reparo en un pequeño detalle. He recibido un mensaje. Tiemblo mientras lo abro y lo leo: me han asignado una misión para hoy.

Quiero darle un puñetazo muy fuerte a la pared, pero me contengo cuando miro su sonrisa durmiente de labios manchados de azúcar de mi pequeña.

Mientras se despereza, saco de debajo de la cama un paquete. Está envuelto en tela vieja y atado con cordel rojo.

—Luna… —le susurro.

»Luna, ¡feliz cumpleaños!

El sol arranca destellos de sus ricitos rubios.

—¡Mami!

Se me encarama. Me abraza.

—Toma, cariño.

Aún es pequeña para deshacer los nudos del cordel. La ayudo. Su cara de alegría al ver la muñeca de trapo me hace sentirme buena madre.

—¡Jo, qué bonita! ¡Gracias! —Su beso me moja la mejilla.

Llaman a la puerta. Las dos reconocemos la voz al otro lado.

—¿Hola? ¿Marion?

—¡Es Sara! —Luna va corriendo a abrir.

Entra, va vestida para la acción. También lleva una bandeja con dulces.

—¡Felicidades pequeña! Traigo tu desayuno favorito.

—¡Tostadas doradas! —exclama.

Mientras Luna devora el desayuno, Sara se fija en mí.

—Me manda Campbell.

Resoplo.

—Hoy, no, por favor…

—Sí, hoy sí. O se buscará a otra.

«Pero es el cumple de Luna…». Ni siquiera llego a decirlo.

Me visto para la lucha. El cumple debe esperar. Luna tendrá que quedarse con la vecina.

Besos, un fuerte abrazo. Una promesa de volver lo antes posible, una lágrima que disimulo. Sara me coge por los hombros. Allá vamos. Decididas. Heroicas.

*

Ante el edificio señorial aguarda Campbell. Destaca entre los ruidos, los murmullos, el trajín de un día intenso. Qué asco me da que farde con esa ropa que parece más cara de lo que es, solo para dejar claro que él manda, él paga. Nosotras obedecemos.

Esboza una sonrisa bobalicona.

—¿Listas para la misión?

Ni le miro.

—A veces el deber no puede esperar, Marion —me alecciona.

Prefiero callarme. Sara y yo adoptamos nuestra pose de lucha y avanzamos hacia el edificio.

*

Me recuesto en un rincón del pasillo y contengo el aliento. No quiero que ellos me oigan jadear. Me duele todo el cuerpo. Como en cada batalla, me arrepiento de no haberme tomado una infusión de hierbas o algo que calme el permanente dolor de espalda.

Alguien cruza el pasillo en penumbra charlando animadamente. Dos de ellos. Ni me miran. Quizás tantos años de romperme el lomo han logrado que desarrolle el poder de la invisibilidad.

Quiero rendirme, volver a casa. Jugar con Luna hasta que se haga de noche. Pero imagino la reacción de Campbell. ¿Y si no me vuelve a dar trabajo?

—Venga, levántate. Hay que seguir.

Es una de mis compañeras. Me tira del brazo para que me incorpore. Tomo aire,  regreso a la batalla. A por todas. ¡Por Luna!

*

Es mediodía. Sara y yo conseguimos infusiones en la cantina. Ella tiene muy mala cara, peor que yo. Era tan joven cuando empezó en este mundo mercenario que exuda cansancio por cada poro. Brindis de infusiones. Hoy hemos batallado rápido y el día avanza favorable.

—Hay que volver ya —me recuerda mientras paga.

En la entrada, Campbell espera con cara de pocos amigos.

—Marion, tú y siempre tú. ¡Maldita chapucera!

Trago saliva.

—Eso no es cierto. Hoy ni siquiera tenía que trabajar. Sara me ha dicho que nadie más podía encargarse de la faena y…

—¡Que te calles! —espeta con tal agresividad que me salpica la cara con saliva—. ¡Tú sigue poniéndote así y no te vuelvo a convocar! ¿Eso quieres?

Lo que querría es atreverme a luchar con él.

Pero callo.

—Vuelve arriba y remátalo bien.

*

Nuestro cometido ha terminado por hoy. Despeinadas y sudorosas, Sara y yo nos abrazamos al dejar atrás el umbral.

—Campbell es un tirano, pero ha dicho que nos pagará hoy mismo por este trabajo. ¡Alégrate! Quizás puedas llevar a Luna a cenar…

Sonrío. Salimos del edificio señorial. Podemos volver a casa. Además, a la hora prevista.

O eso creemos.

—Marion —me llama una voz cuando estamos ya en camino.

Campbell me mira con su cara de misión nocturna. Yo con la de «por aquí no paso»

—¡No, no y no! —chillo—. Parece que disfrutes haciéndome sufrir. Y ni se te ocurra amenazarme. Sara y yo somos las más rápidas y no quieres prescindir de nosotras. Mañana ya nos encomendarás lo que quieras.

»¡Buenas noches!

*

Un murmullo alegre sale de la casa de la vecina. Es Luna, que juega y ríe. Asoma su carita por la ventana. Salen a recibirme.

—¡Mamá! —chilla, y se lanza a mis brazos.

—¡Ya he vuelto!

—¿Otro día de misión cumplida? —me pregunta la vecina.

Asiento.

—Luna, he traído tu cena preferida.

—¡Comida china!

—¿Vamos a casa y cenamos juntas? ¡Cena de cumpleaños!

—¡Síiii! Voy a por mi muñeca.

Mientras subimos las escaleras me suelta la mano y se para. Me mira, muy seria.

—Mamá, le he puesto una capa a lady Kelly.

Levanta la muñeca para que la mire. Le ha quitado el delantal que llevaba sobre la falda y se lo ha atado sobre los hombros, ahora le cae por la espalda.

Aguanto las lágrimas.

—¿Lady Kelly?

Así le digo que me llamo en mi heroico trabajo en el antiguo y caro hotel.

—Claro, es como tú con tus batallas: ¡Una heroína de las guays!

»Creo que de mayor quiero ser kelly como tú.

La abrazo con fuerza para que no me vea llorar.

—De mayor serás lo que tú quieras ser. Yo me encargo.

Y subimos a casa y cenamos juntas. Y nos vamos a la cama, sabiendo que mañana será un nuevo día de batalla para mí. Para Lady Kelly.

Me duermo, dolorida pero tranquila.

Un día más, he salvado a la princesa.

#heroínas